jueves, 24 de noviembre de 2011

El desapego...

Una vez tuve un amante budista que me enseñó que el amor es desapego pero yo no le entendí la viceversa, me colgaba de sus ramas, le asaltaba la puerta y las páginas, lo aturdía con mi emoción científica.....
tuvimos que separarnos porque así son el viaje, los aviones y las distancias y porque crecer duele, duele tanto que uno llora de noche cuando nadie nos ve…
                 
Perdí un calcetín en el desierto. Y la convicción no constatada de que soy del campo, porque aunque animal verdoso no me adapto a dormir en el suelo, a sufrir de frío, las fogatas no me calientan y la lluvia me fatiga
Soy tan de ciudad que soporto el tránsito, los relojes detenidos, el ruido, el humo, los coches, soy parte de este subibaja lleno de gritos………
La ciudad es desapego, anónimos moluscos con tenis, pasos peatonales, grandes edificios, y yo en verdad no quiero irme, pero me voy a cada rato, interrumpo mi falta de silencio, me reconstruyo, escribo en los cafés para romper el método, lloro, me engolosino, espero, fallo, me obsesiono...

Quizás el desapego sea salir de casa un día, ver llorar a  mamá , y sin querer estar más feliz que nunca, porque por fin el mundo abrió la boca y nos escupió de esa ciudad donde en el único bar abierto decíamos ‘quiero irme de aquí, por favor’....
Quizás el desapego sea mi miedo a que la gente me juzge y por eso me hago una oruga, una niña que tira flechas en el patio debajo del árbol de limón de la infancia, un beso repartido en miles de pedazos y kilómetros, un montón de espinas que tuve que irme quitando metiéndome otras, condenada de mi memoria, absurda coleccionista de pedazos de papel en los que apunto direcciones donde siempre llego tarde.

O quizás el desapego sea verte partir tantas veces de mí, con tantos nombres distintos que estoy empezando a preocuparme…….

Nunca estuve lista para perderte porque solo soy la niña que tira flechas imaginarias debajo del árbol de limón de la infancia, porque caminar descalza me preocupa, sobre todo por la tierra que se mete entre los dedos y es bien incómoda siempre, porque te vi detrás de los árboles del colegio y en los bares, siempre te gustó el cine, la cerveza y mirarme por horas con esos ojos de niño imaginario.
O quizás el desapego sea absolutamente indefinible, y tenga cara de mar o de desierto, porque en ambos lugares uno siempre pierde la calma o los calcetines…
En resumen creo que escribí todo esto porque, como no soy budista, no entiendo qué es el desapego y como soy citadina tal vez nunca comprenda al desierto, aunque aprenda de su brillo la esencia libre de las cosas
Yo……
Solo sé desnudarme en la horizontalidad de tus manos y tu boca, aprendí muy temprano a tirar flechas y no balas, porque no me gustan las balas, ni aunque fueran imaginarias bolas de fuego en una tarde calurosa, no me gustan tampoco las hermanas mayores que encierran a los niños para que no salgan a la calle a jugar con los muñecos de pelo azul que se llaman tito….

En fin…
Solo soy la chica que se asusta cuando la gente la juzga, soy sensible a las cosas y como no entiendo qué es el desapego y cómo vuelvo a ti como todos los hijos de la arena vuelven al mar de la infancia para poder explicar lo que son, porque soy así, cada vez más la misma que no puede ser otra, por eso…..
quiero pedirte que solo por esta vez…

No te vayas.
Quédate conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario